En
una ciudad importante, que podría ser Berlín o Nueva York o incluso Buenos
Aires pero eso no es muy relevante, llega al trabajo Sarah Bruman a paso
decidido ya que tenía que terminar un trabajo para esa misma tarde. Entra a su
oficina y se encuentra con un joven de su edad, vestido con una remera, jeans y
zapatillas de lona que dejaba en claro que no pertenecía al ambiente en el que
estaba. En sus manos tenía unas flores y una tarjeta, y al verla le sonríe.
-¿Qué
haces acá? Estoy ocupada.- Le dice y se sienta en su escritorio.
-¡Ah!
Claro… es que me mandaron a entregarle esto.- Le muestra las flores y la
tarjeta.
-No
las quiero.
-Pero
se las compraron para usted. ¿No va a aceptar estas hermosas peonias?
-Emmm
déjame pensarlo… no.
-Como
quiera, pero debo decirle que ese tipo- Le dice señalando con la mano a uno de
sus compañeros de la oficina.- la ama demasiado. Si no me cree, lea la
tarjeta.- La mujer agarra la tarjeta de la mano del joven.
-No
es necesario.- Dice rompiendo la carta sin leerla y la tira a la basura.- ¿Eso
es todo?
-
Si. Disculpe la molestia.- Le deja las flores y se va a la puerta.- Adiós.
-Sí,
sí. Chau.- El joven se va y ella mira las flores en su escritorio.- ¡Ey! ¡Las
flores!- Agarra las flores y se va directo a la calle, donde estaba caminando
el joven florista alegremente.- ¡Espera!
-¿Sí?
¿Qué sucede?
-Tus
flores…- El muchacho se ríe.
-No
son mías, son tuyas. Yo sólo las envío.
-Pero
no las quiero.- El muchacho se le acerca y las agarra.
-Pues
entonces no te mereces tan hermosas flores.- Se da media vuelta y se va,
mientras Sarah lo mira marcharse.
Al
otro día, mientras ella estaba investigando algo en su computadora para un
nuevo proyecto de la oficina vuelve el joven muchacho. Esta vez con unos
llamativos tulipanes, con unos colores tan nítidos que parecían irreales. Al
verlo, se quita los lentes y lo mira. Al ver la extraña expresión de la mujer,
el muchacho le dice:
-Al
parecer no se va a rendir, así que es mejor que las acepte.
-¿Envió
tarjeta?
-No,
pero yo tampoco la enviaría al ver lo que hizo ayer.
-
¿Y las peonias?
-Se
murieron. Al parecer las ofendió tanto que ya no querían vivir más. Por eso le
dije a su enamorado que sería mejor enviarle tulipanes, no se ofenden tan
rápido.- Le entrega las flores y ella lo mira.
-Pero
no las quiero…
-Pues
son suyas y no las voy a aceptar de vuelta. Le puse demasiado empeño para que
crezcan así de hermosas para que una bella mujer no las acepte.
-¿Tú
las cultivas?- El muchacho sonríe.
-Así
es. Soy dueño de una florería que está a 15 minutos de aquí.- La mujer lo mira
sorprendida y le sonríe.
-Son
unos muy lindos tulipanes.
-Gracias.
Conseguí los bulbos de Holanda, me salieron carísimos pero valieron la pena.
-Soy
Sarah- Le da la mano.
-Niklas.
-¿Te
gustaría tomar un café? Ya está por ser mi descanso y me encantaría seguir
hablando sobre tus flores.
-Claro.
En
una cafetería estaban sentados los dos jóvenes a lado de una ventana que daba a
la calle, ella contestando algo en su
celular y el tomando casi como un adicto su bebida. Cuando Sarah deja el
celular lo mira y se da cuenta de que en quince minutos se tomó más de la mitad
de la bebida.
-No
tomas café muy seguido ¿No?- Niklas para de tomar y la mira.
-¿Qué?
Ah, de hecho yo no tomo café. ¿Cómo se llama esta bebida?
-Frappé.
¿Por qué no tomas café?
-Una
vez tomé café cuando era chico y no paraba de moverme. Según mi madre parecía
un adicto a la cocaína.- Sarah se ríe.
-Okey…
suerte que te compraste el embase más chico.
-¿Hay
más grandes?
-Sí.
¿No los viste?- Niklas mira a la pizarra donde estaban escritas todas las
bebidas y se sorprende- Ja, ja, ja ¡No lo viste!
-Bueno,
bueno. La gente suele no fijarse en cosas sin importancia.- A la joven le suena
de vuelta el celular.- ¿Novio?
-No-
Dice mirando con preocupación el celular.- Disculpa, pero me tengo que ir.
-Claro…
Hasta luego.
La
muchacha se va y él se queda mirando la gente que pasa fuera de la cafetería.
Tiempo
después, Sarah llega a un jardín de infantes y entra apurada al edificio, donde
ve en el pasillo a un niño que estaba sentado en un banco mirando el piso. Se
sienta al lado de él y lo mira.
-Perdón
por llegar tarde. Vamos a casa.- Se levantan y se van. Cuando llegan al
departamento, el niño se saca la mochila y se va directamente a su cuarto. Ella
mira hacia el pasillo adonde se fue el niño y, con una cara triste, se saca el
saco y el pañuelo y lo deja en la mesa.
En
la noche, el niño y ella estaban comiendo la cena. Él, con una cara
decepcionada y ella estaba con una cara de culpa por haber llegado tarde a
buscar a su hijo.
-Perdón
por olvidarme ir a buscarte al jardín. Se me olvidó.
-Está
bien… seguro que fue por el trabajo.- Come un bocado de lo que tenía en el
plato.- No tuviste opción. Como siempre.- Lo último lo dice en voz muy baja.
-Phillip…
-No
quiero comer más. ¿Puedo irme a mi cuarto?- Sarah asiente con la cabeza y el
niño se va a su cuarto, mientras ella cena sola.
Los
días continuaron y Sarah seguía recibiendo distintos tipos de flores por parte
de su “amado”, siempre con Niklas como mensajero. Cada vez que él entraba en la
oficina, Sarah se olvidaba de que estaba en su trabajo, que era una mujer muy
seria con todas las personas o que tenía un hijo de 5 años llamado Phillip.
Incluso se olvidaba de que las flores no eran de parte de Niklas, sino de parte
de uno del piso 6 que llevaba años enamorado de ella pero ella ni se sabía el
nombre de él. Cuando Niklas llegaba a su oficina, con ropa un tanto desaliñada
y llevando en sus manos un ramo de hermosas y delicadas flores, ella era la
persona más feliz de la Tierra. Y eso era raro, porque ella no pensó que se
volvería a ser feliz de esa forma o que se volvería a enamorar. Pero lo estaba.
Al
agarrar con sus manos el ramo de jazmines, sus flores favoritas, se le salió
una risa de felicidad que lo hizo sorprender a Niklas.
-Sabía
que te gustarían los jazmines.
-¿Disculpa?
-Desde
que empecé a entregarte flores siempre tienes puesto un perfume con aroma a
jazmín, es casi imperceptible y por eso no estaba seguro, pero tu reacción me
quitó las dudas.
-Eres
muy observador.- Niklas sonríe y lanza una carcajada.
-No,
solo sé de flores.- Sarah huele el aroma de las flores y sonríe- Bueno, me
tengo que ir. Que tengas un excelente día.
-Gracias.-
El muchacho se va y ella sigue mirando las flores. En ese momento se acuerda de lo cerca que
estaba la florería de la oficina y lo poco que faltaba para que terminase su
día de trabajo. Como era viernes, Phillip estaba en la casa de su abuela, y
ella no tenía ninguna obligación de salir corriendo.
Termina
el día y se va de la oficina, se toma el subte y termina llegando a la florería
que estaba cerrada. Nunca se sintió tan ridícula en la vida. Primero: ya no era
una niña de doce años para ir corriendo a buscar a su “príncipe azul”, esas
cosas no funcionaban en el mundo real y ella ya lo sabía. Segundo: le importaba
un bledo porque nunca se sintió así de bien desde que conoció a Niklas. Mira la
florería y todas las variedades de plantas que había, parecía casi un bosque
silvestre pero no sólo el local, sino todo el edificio en sí. Se acerca al
timbre del apartamento de un piso, arriba del local y lee el nombre “Niklas
Scheffer” en la placa dorada junto al timbre. Toca el timbre pero nadie le
contesta. De repente se da cuenta de la estupidez impulsiva que estaba haciendo
y se da media vuelta para volver a su casa, pero no se mueve mucho después de
que escucha la voz del florista.
-¿Hola?-
Ella se queda mirando el lugar sin contestar.- ¿Hay alguien ahí?- De repente
Sarah se da cuenta que no podía mover las piernas, que no podía mover ninguna
parte de su cuerpo en general. No sabía qué hacer. Empieza a escuchar pasos
bajando de la escalera y se abre la puerta.
-¿Sarah?
¿Qué haces aquí?
-Emmm…yo…
-¿Te
encuentras bien?
-Yo…-
Mira al piso y después lo mira.- Perdona, no sé en que estaba pensando. Ya me
voy.
-¡Espera!
¿Quieres entrar a tomar algo? No pareces estar bien.
-No,
está bien. Gracias.
-¿Segura?-
Ella lo mira.- Tengo café si quieres…- Ella sonríe.
-Se
que no tienes café.
-¡Pero
puedo conseguirlo!- Ella sigue sonriendo, se le acerca y lo besa. Justo en ese
momento, se dieron cuenta de que nada importaba, ni los horarios, ni las
alarmas o el café, tampoco las flores y quien las enviaba. Nada. Sólo ellos.
Subieron hasta el cuarto de Niklas y desaparecieron del mundo por una noche.
Llega
el día y Sarah se despierta cuando los rayos del sol la iluminan. Se estira en
la cama y da una vista parcial al cuarto del muchacho: la cama, donde estaba
ella acostada era muy antigua y enorme, los muebles parecían salidos de otra
época como la cama, había un balcón donde estaban un montón de plantas de
distintos colores que se confundían con las paredes, que estaban todas pintadas
con dibujos al óleo de paisajes. Identifica su ropa, la recoge y se va para la
cocina donde estaba Niklas haciendo el desayuno. Él se da vuelta y le sonríe.
-¿No
tienes problema con el té? Las tiendas abren muy tarde aquí.- Se da cuenta de
la cara de Sarah, que estaba media desconcertada, de que algo sucedía y se le
acerca.- ¿Sucede algo? Sé que te gusta el café pero…
-No
es eso. Es que me tengo que ir.
-Pero
todavía no es de tarde.
-Lo
sé, aun así me tengo que ir. Perdón.- Agarra el resto de las cosas y se va.
Mientras
camina por la calle su mente recapacita todas las imágenes de ella y él, su felicidad,
sus palabras, su voz. Ella sabe que el amor no dura, si ya no duró una vez, con
él ¿Qué cambiaría? Además, había otro problema: Phillip. ¿Acaso un hombre de
veinticinco años aceptaría ser el padre de un niño que ni siquiera es suyo? ¿Un
niño súper inteligente como Phillip aceptaría al novio de su madre? No hay
lugar a dudas de que todo es un error, e hizo bien en salir de ahí. Con Niklas
nada es serio, supuso ella. Seguro que está con un montón de chicas a la vez,
se repetía a sí misma, después de todo es atractivo, joven y atento. Seguro que
sería otra historia para repetir a sus amigos en una noche y punto.
Eso
no le molestaba e incluso ideó toda una táctica para no verlo para cuando llegaran
las flores, porque sabría que él seguiría yendo a la oficina a entregarle las
hermosas flores de parte de ese tipo del cual no sabe el nombre.
Pero
nunca más llegaron las flores.
Sarah
se había enterado por parte de una chica de la oficina de que el hombre que
estaba enamorado de ella hacía semanas que ya no le entregaba flores porque se
había dado cuenta de que Sarah no estaba enamorada de él y, además, porque
había conocido a una chica en una cafetería y se hicieron pareja. Para ella eso
no tenía sentido ya que había recibido flores de Niklas el viernes anterior,
pero luego al pensarlo, se dio cuenta de todo. Niklas se había enamorado. De
ella.
Pasaron
los meses y llegó el frío invierno. Sarah trabajaba tiempo completo y ya no
hablaba con nadie, sólo con su hijo, que notaba que algo raro pasaba.
Phillip,
un niño de cinco años y medio con un coeficiente intelectual de un genio se
enteró de la existencia de Niklas un día cuando estaba tratando de averiguar
que le pasaba a su madre revisando en su computadora, y encontró en el
historial repetidas veces la página de una florería que se encontraba a unas
calles de la oficina de su madre. A su madre no le gustaba comprar flores así
que dedujo que había alguien ahí que le gustaba y por eso cada vez que llegaba
a su casa siempre traía distintos tipos de flores, las flores de la tienda de
“él”.
Investigó
más y se enteró de que el dueño de la tienda se llamaba Niklas Scheffer.
Phillip no entendía que le gustaba su madre de ese hippie de la florería, pero
no le importó con tal de ver a su madre feliz, entonces ideó un plan. Un día, a
la noche, escaparía de la casa e iría a la tienda casi a la hora de cerrar y
entonces convencería a ese “hippie” a que vuelva con la madre, cueste lo que
cueste. Necesitaba dinero para el transporte, un mapa de la cuidad, la
dirección de la florería y una soga en caso de que no lo quisiera escuchar y
tuviese que recurrir a “otras tácticas”. Le costó una semana conseguir todo, en
especial el dinero ya que, como todo niño, era imposible a veces vencer la
tentación de usar su mesada para comprar dulces.
Entonces,
con todo ya listo, escapó de la casa en la noche y se dirigió a la estación de
subte rumbo a la florería de Niklas. Cuando llegó, se sorprendió a sí mismo de
la exactitud de su plan: la florería estaba cerrando y su plan estaba en
marcha. Entró y se quedó mirando las flores, ya que no veía al dueño del lugar.
-¿Estás
perdido niño?- Phillip se da vuelta y se asusta al ver a Niklas atrás de él.-
Perdona si te asusté… ¿Te puedo ayudar en algo?
-¿Tú
eres Niklas Scheffer?
-Así
es. ¿Nos conocemos?
-Tú
y yo, no. Pero tú conoces a mi mamá.
-¿Disculpa?
-Ella
te compraba flores ¿No?
-Me
compran muchas personas flores, niño.
-¿Todas
se llamaban Sarah?- Niklas se queda aturdido.- ¿Ahora si la reconoces?
-Espera, dijiste… ¿Hijo?
-Sí.
Yo soy Phillip, el hijo de Sarah.- El joven hombre se acerca a una silla y se
sienta.- ¿Te sientes bien?
-Sólo
estoy un poco aturdido.- Señala con el dedo una botella de agua.- ¿Me la
alcanzarías?- El niño le da la botella.- Gracias. ¿A qué viniste Phillip?
-Quiero
que vuelvas con mi mamá.- Niklas escupe todo el agua que tomó.- Y que trates de
no mojarme en el proceso.
-¡Discúlpame
pero fue tu madre quien se fue corriendo! Y ahora entiendo por qué.
-¿Por
qué?- El niño ya se estaba irritando, pero estaba decidido a cumplir su misión.
-Y
bueno, debe ser difícil cuidarte.- Se lo queda mirando.- ¿No deberías estar en
tu casa?
-Ah,
es que me escapé.- Le sonríe.- Pero eso no es muy relevante ¿Vas a volver con
mi mamá o no?
-¿Qué?
¡Tenés que volver a tu casa ahora mismo! ¡Tu mamá debe estar muy preocupada por
vos!
-Sólo
si me prometes que vas a volver con mi mamá…
-¡Está
bien, está bien! Agarra tus cosas y vamos para tu casa.- El niño agarra su
mochila y sale de la florería con Niklas. Hacen una cuadra en silencio hasta
que Niklas empieza a hablar.- ¿Por qué quieres tanto que vuelva con Sarah?
-Mi
mamá desde que tengo uso de razón siempre estuvo triste, ocupada y enojona.
Pero hace unos meses, un día, se olvidó irme a buscar al colegio. Ella nunca se
olvida, entonces empecé a pensar que
algo estaba sucediendo, luego llegaron las flores… las canciones, los fines de
semana que salíamos juntos a algún lugar, la ropa con colores, las sonrisas. A
mi mamá le pasaba algo, al principio me molestó pero luego también me puse
feliz ya que se preocupaba por ella y no tanto por mí.
-¿Entonces
quieres que vuelva con tu mamá para que tú hagas lo que quieras?
-Puede
que lo haya pensado ¡Pero esa no es la idea! Yo quiero que mamá sea feliz y si
es contigo, pues lo aceptaré.
-¿Sabes
que es probable que nos peleemos, que pasen cosas que tal vez no van a ser
buenas para ti?
-¿Cómo
qué?
-Pues…
¿Qué pasaría si ella y yo nos casamos y luego nos divorciamos? Créeme, no es
nada lindo ser parte de eso y te lo digo porque a mí me paso.
-¿Tus
papás se divorciaron de niño?
-Sí,
tenía nueve. Fue… horrible. Me terminaba escapando del colegio porque también
se peleaban allí, y por todo, por mis notas, por quién me iba a buscar, por las
cosas que me regalaban en mi cumpleaños. No tenía paz, hasta que un día me
perdí en un bosque de cerezos y por primera vez no escuche ningún ruido,
ninguna pelea a mi alrededor. Solo cómo caían los pétalos del cerezo y mi
respiración. Creo que fue el mejor día de mi vida.
.¿Entonces
no volverás con mamá?
-Si
fuese sólo mi decisión, créeme, intentaría estar con tu madre… pero recuerda
que fue Sarah la que se fue corriendo, no yo. – Se acerca el subte y entran.
Cuando se sientan y el subte empieza a moverse, Phillip mira a Niklas y se da
cuenta de que en realidad no es un hippie y tampoco una persona inmadura y se
da cuenta de que le empezaba a caer bien. La curiosidad le invadió por saber
más de él y le preguntó:
-O
sea que tu flor favorita es la del cerezo. La flor nacional de Japón.
-Así
es. ¿Cuál es la tuya?
-Pues…
no lo sé. Me sé miles de nombres de insectos pero ninguno de una flor. Supongo
que en cuanto a la botánica no soy un genio.- Niklas se ríe y lo mira.
-Entonces
un día te llevaré a un jardín japonés y podrás ver los cerezos por tu cuenta.
Así tendremos los dos la misma flor favorita.
-¿Me
lo prometes?- Le dice completamente ilusionado.
-Claro.-
Phillip le sonríe y bosteza, quedándose dormido minutos después.
Phillip
se despierta al otro día y se da cuenta de que es de mañana. No recuerda cuando
llegó a su casa y que paso con Niklas una vez que él y su mamá se vieron
después de tanto tiempo.
Era
un día feriado. Y ya empezaba a hacer calor porque se acercaba la primavera. El
niño se levanta de su cama y se va al comedor, donde estaba su madre y su
abuela haciendo el desayuno. Se sienta en la mesa y, con la curiosidad de saber
que pasó la noche anterior, le dice a su madre:
-¿Ya
volvieron?- La madre lo mira aturdida mientras estaba tomando un sorbo de café.
-¿Quiénes?-
Le pregunta la abuela.
-Mamá
y Niklas.- Sarah lo mira a su hijo y se acuerda lo de la noche anterior. De la
escapada del niño en medio de la noche y que cuando volvió, traía a una persona
con la cual ella dejó por sentado de que no lo volvería a ver nunca más.- ¿Eso
es un no?
-Creo
que ya contestaste tu pregunta.- Le dice Sarah.- Después hablaremos de tu
castigo, Phillip.
-¿Me
vas a castigar?
-¡Por
supuesto que si Phillip! ¡Te escapaste en medio de la noche!- Se va del comedor
y se encierra en su cuarto, dejando a Phillip y a su abuela solos. La abuela,
mirando al niño que tenía una cara muy triste y decepcionada, le dice:
-¿Quién
es ese Niklas del que hablas?
-Es
un tipo que salía con mamá, eso creo.
-¿Y
por qué te escapaste ayer?
-Porque
quiero que mamá sea feliz, quiero que siga con ese tipo de la florería. Alguien
tenía que hablar con él para que intente recuperarla ¿No?- La abuela abraza al
niño y lo mira. Phillip estaba llorando e intentaba decir algo pero no le
salían las palabras.
-Phillip,
mírame. Sé que sabes que ellos dos se quieren mucho, pero tú no puedes
interferir en sus vidas. No es correcto. Además tú no sabes mucho de lo que
pasó y, después de todo, eres un niño. No es algo de lo que tienes que
interferir.
-¡Pero
ellos dos se aman! ¿No se supone que tiene que ir a buscarla y hacerla entrar
en razón de que sus vidas son infelices sin el otro?
-Phillip,
esto no es uno de tus libros… esto es la vida real.
-Eso
no significa que no pueda llegar a intentarlo. ¡Alguien tiene que ponerlos en
razón!- En ese momento la abuela se da cuenta de que el niño no iba a parar
hasta conseguir, por lo menos, que se volvieran a ver y solucionaran las cosas.
-Bien
Phillip, te voy a ayudar.- El niño la mira.
-¿En
serio?- La señora asiente con la cabeza.- ¡Gracias abuela!
-Pero
tu madre no lo debe saber ¿Sí?- El niño mueve la cabeza afirmativamente
repetidas veces y la abuela se le acerca.- Esto es lo que haremos.- Se le acerca
al oído y le empieza a contar su plan al niño de cinco años.
Terminó
el fin de semana largo y Phillip volvió a clase. Durante toda la jornada no
pensaba otra cosa que el plan, que tenía que ser ejecutado a la perfección.
Cuando
tocó la campana de fin de clase, el niño agarró sus cosas lo más rápido posible
y huyó del lugar decididamente.
Sarah
fue a buscar a Phillip al colegio, pero no lo encontró. Las profesoras les
dijeron que salió corriendo hacia la calle y no lo pudieron encontrar: en otras
palabras, un niño de cinco casi seis años estaba perdido en medio de la ciudad.
Entonces pensó que tal vez podría estar en la florería, intentando convencer
una vez más a Niklas a volver con ella aunque nunca fueron pareja.
Se
dirigió a la florería esperanzada de encontrar a su hijo ahí, abrió la puerta y
corrió hasta el mostrador, donde el florista estaba preparando un bouquet de
flores.
-¿Dónde
está?- Dice totalmente preocupada y
enojada al mismo tiempo.
-Hola.-
Deja las flores a un lado y mira la cara de la mujer.- ¿Qué sucede?
-¿Dónde
tienes escondido a Phillip? ¡Esto no es divertido Niklas!
-Desde
la última vez que no veo a Phillip… no sé de qué me estás hablando. ¿Qué
sucedió?- Sarah se sienta en una silla y se pone a llorar.
-Se
volvió a escapar… sé que está bien porque es muy inteligente pero…-Niklas se le
acerca y la abraza.
-Cálmate,
¿Sí?- Ella asiente con la cabeza.- No me importa si es inteligente, no debe
estar solo en la calle.- Le da la mano.- Ven. Vamos a buscarlo.
-¿A
dónde?
-No
lo sé. Empecemos por los lugares que le gustan. Vamos.- Los dos salen de la
florería juntos.
Mientras
tanto, en el Jardín Japonés de la ciudad, Phillip estaba sentado en un banco al
lado de un cerezo viendo como estaban saliendo de a poco las flores hasta que
alguien le toca el hombro.
-¡Abuela!-
Dice, alegrado.
-¡Qué
bueno que llegaste bien! Me preocupaba de que no saliera bien nuestro plan.- Lo
abraza y después lo mira.- Ahora tenemos que esperar. ¿Seguro que van a venir
para aquí?
-Seguro.-
Le sonríe y sigue mirando el árbol.
Cerca
de allí, Sarah y Niklas salían de una biblioteca ya sin esperanzas de
encontrarlo. Habían ido a todos los lugares que le gustaban a ese niño y no lo
encontraron, provocando que Sarah cada vez sintiese menos esperanzas de volver
a ver su hijo.
-Ya
no sé en qué otro lugar hallarlo… tal vez volvió a casa o se fue con mi madre.
¿Él te dijo algún lugar más al que iba?
-Esa
noche solo habló de ti, Sarah.- En ese momento se queda pensando y se le ocurre
algo.- ¡Espera! Creo que sé donde lo podemos encontrar. Ven conmigo.- Ambos
corren por las calles y se dirigen al Jardín Japonés, viendo en un banco al
lado de un cerezo a Phillip y su abuela.
-¡Phillip!-
El niño se da vuelta y la mira.
-¡Mamá!-
Ambos se abrazan.
-¡¿Qué
se te pasó por la cabeza cuando escapaste del colegio?! ¡¿Acaso pensaste que no
me preocuparía?!
-¡Eso!
¡Preocupaste mucho a tu madre!- Dice Niklas.- ¿Acaso estás loco?
-Puede
ser. Si somos sinceros, todo los genios están locos.- Sonríe.- Pero ese no es
el punto, ¿No se dan cuenta de que ustedes dos vinieron a buscarme? ¿Juntos?
-¿Y
eso qué?- Le dice a su hijo, Sarah.
-¿No
era que nunca más lo volverías a ver?
-¿Y?
-¿Y?
Pues aquí están juntos los dos, igual de preocupados por mí, retándome. Sabía
que pensarías que estaría en la
florería, sabía que ambos llegarían a aquí. Y déjenme decirles algo: basta de
mentirse.
-¿De
qué hablas?- Le pregunta Niklas.
-¡Por
favor! ¡Soy niño pero no estúpido! Ustedes dos se aman y de seguro están
tratando de buscar razones estúpidas para no estar juntos. Mamá, se que papá
nos dejó cuando todavía no nací, que fue difícil y todo eso, ¿Pero acaso no ves
que él es diferente? Puede que no lo parezca, pero es más padre para mí que mi
verdadero padre.- Mira a Niklas.- Y tú, hippie, ¿Eres un gallina o qué?
¡Deberías pelear por lo que quieres en vez de dejar que un niño te rete! Puede
ser que te aterren los compromisos y no quieras herirme, pero no intentarlo es
peor que intentarlo y que las cosas salgan mal. ¡Razonen de una vez!- Sarah y
Niklas se miran.- Ahora, si me disculpan, me voy con la abuela a comer torta.
¡Espero que hayan aprendido algo ustedes dos!- El niño se va con su abuela y
dejan a la pareja sola.
-Tu
hijo… es bastante conciso con lo que quiere.
-¿Es
verdad eso de que te aterran los compromisos?
-Sí.
Creo que eso pasa por ver tantas discusiones de niño.- Se quedan callados.-
Descuida, no sería malo ni contigo ni con tu familia.
-¿Cómo
sabías que estaría aquí?
-Es
que le había prometido que le mostraría un árbol de cerezo.- Dice un poco
tímido.- Entonces, ¿Qué dices? ¿Quieres intentarlo?
-¿Qué
cosa?
-Tú
y yo. ¿Qué dices?- Ella sonríe a medias y lo mira.
-Después
de todo. ¿Querrías estar conmigo? ¿Aunque tenga un hijo genio y un poco
arrogante, un trabajo demandante y una vida completamente ocupada?
-Sí.
El
teléfono de Sarah suena y ella lo atiende. Mira a Niklas y le da el teléfono.
-Es
de Phillip. Quiere decirte algo.
-¿Hola?-
Phillip le dice “¡Bésala ya!”- ¿Acaso nos está vigilando?- Los dos miran hacia
un restaurante dentro del Jardín y ven que el niño, con celular en mano, los
estaba mirando. Corta el celular y les grita:
-¿¡Qué
están esperando!? ¡Bésense de una vez!
Los
dos adultos se miran y ríen. Niklas se
acerca a la madre del niño y la besa mientras Phillip y su abuela chocaban los
puños en señal de que la misión estaba cumplida. Así Niklas y Sarah se dieron
cuenta de que, a pesar de sus diferencias, estaban predestinados a estar
juntos. Los días pasaron y siguieron
estando juntos, Phillip cumplió seis años, todos se mudaron al departamento de
Niklas. Se casaron. Pasaban las vacaciones juntos, Phillip cumplió siete, ocho,
nueve, diez años y siguieron siendo una familia feliz. A veces discutían o se
enojaban pero siempre encontraban la forma de solucionarlo. Y todos los años,
al cumplir el aniversario de casados, iban al Jardín Japonés y se sentaban en
aquel antiguo banco al lado del árbol de cerezo. Y Niklas todos los años le
daba un ramo de hermosas flores, siempre diferentes, como muestra de que la
seguía amando como el primer día.
Fin.